lunes, 28 de diciembre de 2009

Llegué a casa, una fría lluvia había evaporado mis ideas, y entre la niebla que invadía la habitación cerré los ojos, dejando escapar no solo un par de lágrimas, sino todo un torbellino de pensamientos. Me quité la mascara, una máscara cómica que irónicamente oculta la tragedia de mi vida. Dos pastillas y un paraguas en mis manos, mil ideas intentando comprender como habían llegado ahí.

Miré mi rostro, el espejo acusador me hirió de pronto, mil arrugas en los ojos se reían de mi implacable intento de permanecer joven, parecía ser un secreto a voces de la garra fatal del tiempo. Me reí, todo era un circo, una ruleta rusa, un juego sin premio. El dominio de las horas comenzó a tomar su curso, me aproximé a las huellas de lluvia que dejó mi rastro y comencé mi plan, un plan infernal de reducir mi vida al número cero, tomé las pastillas antes encontradas y como un buitre en mi propio reino comencé mi estratagema, olvidé el azul de tus ojos, me olvidé de mi, me perdí en el misterio de la duda...

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