jueves, 20 de agosto de 2009

Amo los pajaros perdidos...



















La vida ha sido muy voraz estos últimos días, me he desgarrado gran parte del alma, he guardado
muchas ganas en los bolsillos y me pesa enormemente la mochila que cargo en mis hombros, he aprendido, eso no lo negaré, he aprendido más de lo que alguien puede aprender en muchos años, y no precisamente sobre filosofía o estadística, no, he aprendido sobre mí misma, sobre mis sentimientos, sobre mis formas, sobre mis antojos, mis deseos, mis preocupaciones, vaya, me he conocido de una forma amplia, inédita… de una forma que nunca imaginé.
Viví las experiencias más motivantes de mi corta historia, probé los placeres más sublimes, o eso creo… pero también conocí la angustia y la desesperanza, todo en cuestión de un par de meses. Fue como haber pagado un boleto para la feria, empecé por los caballitos y terminé vomitando en la montaña rusa… y ahorita me encuentro en las sillas voladoras, sin poder pisar el suelo, sin poder bajarme en pleno vuelo, me siento flotante, inestable, cambiante…
El quitó mi corazón de la pared, yo quité su retrato de mi escritorio, quitó mis películas de su mueble, quité su perfume de mi tocador… pero con esto no se ha ido lo más importante… el querer… el doloroso y fluctuante deseo, el insospechado y caprichoso amor, el señor del miedo, el ladrón de sueños, el duende de mi almohada… ese viejo amigo no se ha ido, está agonizando en una esquina de la habitación y de vez en vez se asoma a saludarme, otras veces se esconde entre la duda…


Ya no quiero seguir pensando mucho, el pensamiento daña, ahora me preocupa DEMASIADO el concierto de septiembre, pero quiero que me deje de preocupar y me empiece a OCUPAR, si no haré tremendo ridículo en pleno acto, y es lo que menos quiero, quiero olvidarme de todo lo vivido, concentrarme, apoyar el diafragma, soltar el aire en notas afinadas y poder interpretar mi papel como Dios manda… después de eso… que diga el destino…

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